EL INVITADO DE HONOR

Al sol del mediodía los vestidos de cóctel y corbatines arribaron a la capilla, trayendo las sonrisas del amor anhelado, liberando esas emociones cautivantes sumergidas en la belleza  de las flores puestas con minucioso detalle en cada banqueta.
El novio estaba ubicado frente al Santísimo y a la derechera de Dios la señora Carlota, orgullosa de presumir su vestido color melocotón y los billetes de su hijo; pues cuando su esposo se marchó con la vecina de los melones más grandes que el de su jactancia, ella para poder sobrevivir con sus dos hijos; trabajó con el agua y jabón al desgaste de la ropa ajena.       
Los abogados y jueces ya sentados en el palco del jurado rumorabán entre ellos: las veces de las miradas puestas en las orinas de todo el consorcio por parte del novio, por fin ponían caso cerrado a los 30 años de edad del mejor litigante con el juicio del matrimonio, es que cárcel merecería el trabajador de tan prestigiosa institución que no tuviera esposa e hijos.
La marcha nupcial comenzó y el invitado de honor entró, traía un regalo en vuelto el papel dorado, un misticismo en la mirada y muchos años perdidos lejos de su madre. La señora Carlota lo última vez que lo vio fue hace cinco años, su hijo mayor lo envió a estudiar bellas artes al extranjero, ella emocionada corrió gritando: papito chiquito con mil preguntas puestas, lo tomó del brazo y fueron a sentarse en la primera fila del lado derecho.
Con las sobras de la música la novia se plantó, totalmente ciega con el velo que la cubría y fríamente conspiradora con su vástago que la cola del vestido cogía.
Y escondido en los códigos moralistas el sermón religioso empezó a la salir, posterior los botos mentirosos fueron jurados a la presencia de los bostezos y eminencias somnolientas.
Y cuando el tartamudeo y aullido del “aleluya, aleluya” a las tablas mi cruz doblaron, la dama del rojo seductor se acercó al invitado de honor y le dijo: apúrate que ha llegado la hora.
Tomados del rosario caminaron a poner los lazos a los novios que se encontraban en posición de suplicas esperando recibir la bendición de honor. Cayó la una de la tarde y el sol encegueció a las decoraciones de rosas, cuando en medio del altar, del regalo dorado soltó el fulgor de un cuchillo cayendo sobre el Frac del novio.    
A la quinta sonada de la penetración sangrante doña Carlota estupefacta al suelo descendió  inconsciente, las hienas despavoridas de la capilla huyeron y al contraste del miedo pétreo de la novia el invitado de honor dijo a su hermano: un día como hoy hace quince años me pusiste en sumisión, infeliz violador.     
Meses después la vieja Carlota se presentó en la cárcel a dar la noticia al joven de 22 años de edad que sus pinturas tituladas “Muerte Obsesiva” han obtenido un éxito desmesurado.

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