En las ciudades apocalípticas las sombras no
tienen consciencia; y la carita de Dios no se escapa de los seres sin alma que
deambulan entre esquinas esperando expulsar de la piel y la carne toda la
basura que la metrópolis les desecha.
Otra vez Héctor está rondando la pervertida
Mariscal, entrando por portones negros y místicos que son los umbrales hacia el
sexo desconocido.
El único pecado de Elena ha sido estar en medio
de dos hombres, como siempre su mente se encuentra distante de la realidad,
trabaja igual a un robot automático contando los billetes entre los bullicios
del supermercado, ella siente la opacidad a su alrededor pero no puede aceptar
a sus entrañas despreciables.
Héctor emerge del vaporario con el sudor en su
cuerpo desnudo, asechando para atrapar en el calor del baño alguna figura
lujuriosa sin nombre. Es la libido de la sauna, expulsando manos sin miedo sobre
las piernas y torsos que seducen adentrarse al privado y fácilmente obtener
placer lóbrego.
Todas las noches Elena arriba a altas horas a su
casa, en el sofá está Pedro mirando la televisión; y el silencio apresura a
Elena a lavar los platos, recoger la ropa regada por todas partes y servir la
comida a su marido.
Esta historia se desprende de una habitación sin
luz, donde Héctor, Elena y Pedro se encontraron con la mala existencia del
sexo.
Después de salir de la discoteca, Héctor
acompañado por otro muchacho de pantalón blanco se dirigieron a su casa, en el
patio, Héctor apresurado bajó el pantalón blanco de su compañero y fríamente escuchó:
espérate que esto no lo imaginaba así. Héctor se mofó y siguió besando el
cuello a su amigo mientras el cierre se bajaba. Después de algunos minutos
Héctor dijo: ya se terminó, lárgate de aquí. Y el joven abatido y temeroso solo
corrió.
Sin remordimientos Héctor abrió la puerta de su
casa y entre la obscuridad se dirigía a su habitación, cuando de pronto Pedro
saltó desde las penumbras y lo empujó, enfurecido Pedro gritó: maricon a mí me
respetas. Héctor con enojo se levantó y dijo a Pedro: cállate que tú no eres mi
padre. Los golpes empezaron hacer ecos entre la negrura de los recuerdos y fue
cuando la quieta Elena separó a sus hombres de la pelea, no se peguen en mi
casa dijo Elena.
Al día siguiente el computador delató a Pedro las
umbrías eróticas de Héctor, eran siluetas del morbo destapando sus genitales al
sexo anónimo, con desprecio Pedro leyó los mensajes privados de muchos perfiles
perniciosos, era evidente Héctor había quedado de encontrarse con TORO29 a las 17h00
de la tarde cerca de un centro comercial, para después divertirse demasiado decía en el chat.
Héctor regreso a su casa aproximadamente a las
ocho de la noche, con la mirada vacía observó a Pedro y escuchó: que no te
duele el culo. Héctor respondió: la única vez que me dolió fue a los 13 años y
tú lo sabes.
Elena en su mente no podía descifrar el entoldamiento
que rodeaba su vida. Mientras los tres cenaban los secretos de sus vidas enmudecían
la claridad de poder pensar, entonces Pedro dijo: que no le vas a decir nada a
tu hijo, y Héctor se rió, Elena se levantó y dijo: ya me canse de los dos, ella
se levantó de la mesa y se fue apagando la luz.
Frente a frente estaban Héctor y Pedro siendo tan
miserables entre las sombras. Y Héctor con malicia dijo: con un hombre en un
cuarto oscuro; Pedro respondió: ¿Por qué nunca tuviste límites? Héctor siguió
hablando: sabes, en un cuarto obscuro no se dice nada, nunca se debe expresar
lo que se siente; ¿A qué te refieres? Dijo Pedro; me refiero a que yo siempre
fui el espectro, imagina un túnel en penumbra total, rodeándote está un viejo
despreciable que te quiere tocar entre la pierna, también está la loca
afeminada tratando de tapar su apariencia entre la oscuridad y el chico súper
atractivo que desprecia a todos en un principio pero termina culiando con el
peor; ¿Qué hablas? Dijo Pedro; hablo de que solo hay que bajarse el bóxer y
disfrutar de una mamada; ¿Yo te metí en eso? Dijo Pedro; sí también ahí se la
puede meter a alguien; ¿Por qué haces esto? Dijo Pedro; hacer es lo mismo que
ser, en definitiva en la mariconada se concluye.
Héctor se levantó de la silla y se dirigió a su habitación
mientras se sacaba la ropa, Pedro lo fue siguiendo atrás y dijo en tono excitado:
ya no quiero repetirlo...
Muy temprano de la mañana siguiente Elena salía de
su casa con una maleta grande y roja, dejaba una nota en la mesa diciendo: hoy
no les puedo dejar el desayuno.
Los días transcurrieron pero Héctor no pudo
escapar de la cuidad de sombras; una noche Pedro le pregunto: ¿Conmigo es
diferente? Y Héctor le respondió: claro que sí, tú fuiste el primero que me
folló; ¿Todos los maricones son como tú? Dijo Pedro; solo los que queremos, respondió
Héctor.
Meses después Pedro entró a la habitación de Héctor,
ahí estaba él en medio de un eclipse amarrado una funda negra en su cuello,
dejando un examen médico tirado al pie de su cama y un mensaje en el pecho que decía:
vuelve con mi mama.
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