SECRETOS DE UN DIVÁN

Nunca voy a olvidar la primera vez en que Electra arribó a mi consultorio, llevaba un vestido rojo ceñido a su silueta con un escote escarpado que descubría las comisuras medias de sus pechos y un sombrero envuelto en randa cual escondía sus ojos de cielo. Muy lento se acercó a mí contoneando las caderas y me extendió su sutil mano que estaba adornada con un anillo de diamantes en el dedo anular, al detener mi vista también descubrí que las joyas de sus aretes, collar y pulseras no opacabn su belleza imponente de reina.

Se recostó sobre el sofá, poniendo a mi diván incomodo por la sensualidad desprendida de aquella mujer y dijo: Necesito de su ayuda Dr. Arebalos, con las palabras trabadas trataba de comprender por qué la persona más poderosa del país se encontraba frente a mí.

Analizando a Electra los misterios volaban por mi mente, jamás había tenido junto a mí a una criatura tan excepcional de caracteres perfectos. Toda la sociedad sabía quién era Electra y yo no era la excepción, heredera de una familia pudiente de banqueros del país, dueña de una fortuna sin confines gracias a su profesión, reconocida internacionalmente por sus diseños y creaciones de moda.

-Electra tú lo tienes todo ¿Qué necesitas?

Ella respondió: Dr. Arebalos a mis casi cuatro décadas de vida no he podido hacer el amor con un hombre.

Conocía perfecto la biografía de Electra, la popularidad de esa mujer no tenía límites, sin dudas ella era una persona admirada, pero para mí se me hacía más inquietante la idea de que ella consiguió ser deseada por todos, son innumerables las revistas donde fue portada, vestida o desvestida las publicidades hacían eco de su nombre; y yo no podía cortar la imagen del comercio en la mañana, era Electra desnuda, y ahora ella estaba solicitándome descifrar sus problemas.               

El génisis de Electra me llevaba a la conclusión que se relacionaba de mala forma con su madre, pero ella aseguro: No la odio, por su culpa yo decidí convertirme en esta mujer y la agradezco.

…Tenía 18 años cuando sucedió, acompañé a mi madre a la bisutería, nadie podía sospechar de ella con su estatus y dinero. Al salir de la tienda los guardias me detuvieron, en mi mochila se encontraba un medallón de oro; y desde ahí todo cambió…

De regreso a mi casa, mi hija de 5 años y mi hijo de 12 años son mi aliciente para olvidarme del trabajo. Todas las noches les leo un cuento y después voy a dormir con mi mujer, pero este plenilunio era distinto, mientras besaba y tenía en mis brazo a mí mujer regresaban a mí cabeza los labios rojos y provocativos de Electra. Más excitado que nunca hice el amor a mi mujer con desbordante pasión.

A la semana siguiente Electra regresó a la consulta, se le notaba nerviosa y perturbada, fumaba un cigarrillo y no dejaba de temblar el pie derecho, con la respiración agitada ella dijo: Dr. Arebalos lo intente.

… Estaba en mi mansión, me asomé a la ventana y alcance a observar al jardinero, es un hombre de 25 años, salí al patio trasero donde él se encontraba, yo todavía usaba mi lencería de encaje con la que acostumbro dormir, mi bata larga y transparente era bailarina del viento. El joven puso sus intenciones en mis piernas descubiertas y en el sonido de los tacones…

Supongo que conseguiste lo que buscabas Electra; era impresionante esa mujer se convertía  cada segundo en una diosa que no se podía dejar de inspeccionarla, tenía las uñas manchadas con sobras de esmalte, el cabello recogido en un sofisticado moño. Intranquila me pidió un tragó de whisky y mientras lo bebía me siguió contando.

… Le dije que me acompañe a mi habitación, el joven entusiasmado entro, lo empujé a mi cama y me subí sobre él, sus manos comenzaron a deslizarse por mi cintura a mi espalda baja, él intento besarme, podía sentir el deseo incrementándose entre su ingle, pero yo quería algo más…

Fríamente tragaba el erotismo de Electra en mi consultorio, sin rodeos pregunté a Electra: ¿Y qué es lo que querías? Estupefacto me quede cuando ella respondió: sangre.

… No conseguí tener sexo con ese joven, él estaba dominado por mí, sostenía y apretaba sus brazos fuertes para tenerles en mi control, y cuando acercó su boca a la mía, lo mordí muy duro hasta que sangró, me empujó, me dijo que estaba loca y se marchó de mi casa…

Deduje que Electra probablemente padecía de hemofilia, pero los enigmas de Electra aun no me eran develados.

Noches después Electra llamó a mi celular, estaba llorando y exaltada, todavía aun no comprendo por qué fui a su casa. Al llegar me asombro el lujo, sabía que Electra era una mujer adinerada, tenía todos los recursos para hacer de su voluntad, pero desconocía que ella ya lo había hecho.

De pronto Electra seductora como siempre corrió a abrasarme, angustiada me dijo: Ayúdeme Dr. Arebalos, ella ha vuelto.

Brindé a Electra algunas drogas ansiolíticas y calmantes, de a poco comenzó a quedarse en letargo, pero no paraba de hablar entre cortado.

… Ella me culpó, un niño en una prisión, una noche en una prisión, un niño ultrajado, odiando a su madre, odiando a los cinco hombres de esas rejas…

Al día siguiente Electra retorno a mí consultorio, usaba zapatos deportivos un jean y una blusa blanca, se notaba que seguía bajo los efectos de las pastillas que tomó la noche anterior, totalmente apaciguada dijo: Dr. sepáreme de mis miedos.

Electra tus miedos surgieron cuando tu madre no acepto ser cleptómana, y por su culpa pasaste una noche en prisión, ella como un zombi dijo: pero la hice curar mis heridas.

… Todo cambió, al día siguiente salí de aquel lugar por las influencias y el dinero que lo compra todo, pero las heridas me hicieron otra persona, las cirugías, los estrógenos convirtieron a ese niño de 18 años en está mujer. Quería olvidar, no soportaba verme al espejo, sintiéndome abusado por otros hombres…      

Era evidente, los trastornos de Electra ya los tenía en mí poder, esa mujer de apariencia arrogante estaba sobre el sofá completamente vulnerable y reluciendo hermosa sobre el terciopelo del diván. Con dulzura me acerque a ella, acaricie su mano y la hice comprender que debía aceptar a la mujer que había construido.

Por varios meses Electra estuvo bajo mi cuidado en la clínica, hasta que llegó la hora de darle de alta, su comportamiento estaba en perfecto control y la recomendé con otro especialista, yo cruzaba algunos enfrentamientos en mi vida, ya no la podía seguir tratando; pero las cosas se empeoraron.

Electra se enfureció, sintió que la estaba despreciando o rechazando; y era todo lo contrario, la atracción que sentía hacia ella me hacía tener fantasías de poseer su piel, soñaba con su cuerpo y la hacía cumplir su más grande anhelo.

De una forma demente ella me dijo que no la aleje, trato de besarme y quitarse la ropa; y fue cuando forcejamos, ella resbalo con la alfombra y se golpeó la cabeza contra el diván, llamé a los enfermeros pero ella no reaccionó.


Y por eso estoy aquí, tratando de probar mi inocencia en el mismo lugar donde Electra estaba cuando tenía 18 años.  

CIUDAD DE SOMBRAS

En las ciudades apocalípticas las sombras no tienen consciencia; y la carita de Dios no se escapa de los seres sin alma que deambulan entre esquinas esperando expulsar de la piel y la carne toda la basura que la metrópolis les desecha.

Otra vez Héctor está rondando la pervertida Mariscal, entrando por portones negros y místicos que son los umbrales hacia el sexo desconocido.

El único pecado de Elena ha sido estar en medio de dos hombres, como siempre su mente se encuentra distante de la realidad, trabaja igual a un robot automático contando los billetes entre los bullicios del supermercado, ella siente la opacidad a su alrededor pero no puede aceptar a sus entrañas despreciables.  
    
Héctor emerge del vaporario con el sudor en su cuerpo desnudo, asechando para atrapar en el calor del baño alguna figura lujuriosa sin nombre. Es la libido de la sauna, expulsando manos sin miedo sobre las piernas y torsos que seducen adentrarse al privado y fácilmente obtener placer lóbrego.

Todas las noches Elena arriba a altas horas a su casa, en el sofá está Pedro mirando la televisión; y el silencio apresura a Elena a lavar los platos, recoger la ropa regada por todas partes y servir la comida a su marido.    

Esta historia se desprende de una habitación sin luz, donde Héctor, Elena y Pedro se encontraron con la mala existencia del sexo.

Después de salir de la discoteca, Héctor acompañado por otro muchacho de pantalón blanco se dirigieron a su casa, en el patio, Héctor apresurado bajó el pantalón blanco de su compañero y fríamente escuchó: espérate que esto no lo imaginaba así. Héctor se mofó y siguió besando el cuello a su amigo mientras el cierre se bajaba. Después de algunos minutos Héctor dijo: ya se terminó, lárgate de aquí. Y el joven abatido y temeroso solo corrió.

Sin remordimientos Héctor abrió la puerta de su casa y entre la obscuridad se dirigía a su habitación, cuando de pronto Pedro saltó desde las penumbras y lo empujó, enfurecido Pedro gritó: maricon a mí me respetas. Héctor con enojo se levantó y dijo a Pedro: cállate que tú no eres mi padre. Los golpes empezaron hacer ecos entre la negrura de los recuerdos y fue cuando la quieta Elena separó a sus hombres de la pelea, no se peguen en mi casa dijo Elena.       

Al día siguiente el computador delató a Pedro las umbrías eróticas de Héctor, eran siluetas del morbo destapando sus genitales al sexo anónimo, con desprecio Pedro leyó los mensajes privados de muchos perfiles perniciosos, era evidente Héctor había quedado de encontrarse con TORO29 a las 17h00 de la tarde cerca de un centro comercial, para después divertirse demasiado decía en el chat.

Héctor regreso a su casa aproximadamente a las ocho de la noche, con la mirada vacía observó a Pedro y escuchó: que no te duele el culo. Héctor respondió: la única vez que me dolió fue a los 13 años y tú lo sabes.

Elena en su mente no podía descifrar el entoldamiento que rodeaba su vida. Mientras los tres cenaban los secretos de sus vidas enmudecían la claridad de poder pensar, entonces Pedro dijo: que no le vas a decir nada a tu hijo, y Héctor se rió, Elena se levantó y dijo: ya me canse de los dos, ella se levantó de la mesa y se fue apagando la luz.

Frente a frente estaban Héctor y Pedro siendo tan miserables entre las sombras. Y Héctor con malicia dijo: con un hombre en un cuarto oscuro; Pedro respondió: ¿Por qué nunca tuviste límites? Héctor siguió hablando: sabes, en un cuarto obscuro no se dice nada, nunca se debe expresar lo que se siente; ¿A qué te refieres? Dijo Pedro; me refiero a que yo siempre fui el espectro, imagina un túnel en penumbra total, rodeándote está un viejo despreciable que te quiere tocar entre la pierna, también está la loca afeminada tratando de tapar su apariencia entre la oscuridad y el chico súper atractivo que desprecia a todos en un principio pero termina culiando con el peor; ¿Qué hablas? Dijo Pedro; hablo de que solo hay que bajarse el bóxer y disfrutar de una mamada; ¿Yo te metí en eso? Dijo Pedro; sí también ahí se la puede meter a alguien; ¿Por qué haces esto? Dijo Pedro; hacer es lo mismo que ser, en definitiva en la mariconada se concluye.

Héctor se levantó de la silla y se dirigió a su habitación mientras se sacaba la ropa, Pedro lo fue siguiendo atrás y dijo en tono excitado: ya no quiero repetirlo...       

Muy temprano de la mañana siguiente Elena salía de su casa con una maleta grande y roja, dejaba una nota en la mesa diciendo: hoy no les puedo dejar el desayuno.

Los días transcurrieron pero Héctor no pudo escapar de la cuidad de sombras; una noche Pedro le pregunto: ¿Conmigo es diferente? Y Héctor le respondió: claro que sí, tú fuiste el primero que me folló; ¿Todos los maricones son como tú? Dijo Pedro; solo los que queremos, respondió Héctor.     

Meses después Pedro entró a la habitación de Héctor, ahí estaba él en medio de un eclipse amarrado una funda negra en su cuello, dejando un examen médico tirado al pie de su cama y un mensaje en el pecho que decía: vuelve con mi mama.